Terminando lo que es "El Preludio a la Responsabilidad" (Comienza 2 Entradas abajo)
¿Me atrevere a indicar por ultimo, un rasgo de mi caracter que me ha ocasionado bastantes dificultades y contratiempos en mis relaciones con las personas?
Estoy dotado de una impresionabilidad tan inquietante respecto de la limpieza, que me hace notar fisiologicamente lo mas intimo, lo mas oculto del espiritu de lo que se ponga frente a mi.
Lo olfateo.
Gracias a esta impresionabilidad, tengo una especie de antenas psicologicas, con ayuda de las cuales puedo tentar y palpar toda clase de misterios.
La podredumbre escondida en el fondo de ciertos temperamentos, y que tal vez proceda de algun vicio de la sangre disimulado por la educacion, la percibo desde el primer contacto. Tambien he observado que este genero de temperamentos, incompatible con mi sentimiento de la limpieza, adivina en seguida mi desconfianza. Lo cual no les libra de oler mal.
Asi, pues, he adquirido a costumbre -para mi la pureza absoluta (mia, y en torno mio) es una necesidad vital; en medio de una existencia de condiciones dudosas no puedo vivir- de bañarme, de nadar constantemente en el agua clara o en cualquier otro elemento transparente, lleno de claridad.
Por eso mi paciencia se ha visto en muy duras pruebas en mis relaciones con las personas.
Mi "humanismo" no consiste en simpatizar con el projimo, sino en soportarlo junto a mi. Mi humanismo es una constante autovictoria.
De aqui la imperiosa necesidad de la soledad, es decir, del retorno a la salud, del retorno a mi mismo. Tengo necesidad del aire libre.
Me he conformado respondiendo a la estupidez con la malicia. Valiendome de una imagen casi poetica, dire que procuré deshacerme de lo agrio con una caja de bombones.
Conmigo no hay medio de “arreglarse”. Tarde o temprano me desquito; temprano o tarde encuentro ocasión de demostrar mi gratitud a un “malhechor”, o de pedirle algo, lo cual en muchos casos obliga mas que el recibir.
Tambien creo que las palabras mas impertinentes, la carta de mayor insolencia, son siempre mas politicas, mas honradas que el silencio. Los que se callan, carecen de cortesía, de espiritualidad. El silencio es una objeciòn. Tragarse el despecho es una prueba de mal caracter, un ataque al estomago. Todos los que se callan son dispepticos.
Por lo tanto, mi deseo es que no se menosprecie la impertinencia. La impertinencia constituye la forma mas humana de contradicción y una de nuestras primeras virtudes frente a la excesiva debilidad moderna. Incluso podria constituir una verdadera felicidad para el que tuviese las suficientes riquezas para ser impertinente.
Si hubiese de venir al mundo un Dios, su mision debia ser la injusticia. La verdadera divinidad consiste en cometer la falta, no en disponer el castigo.
Pero creo que aquel hombre que vino al mundo a morir en la cruz, aun sigue siendo malentendido.
No es de sorprenderse. Todos los grandes hombres que han existido, han sido malentendidos, y lo seguiran siendo. Los que son comprendidos, estan destinados al olvido, pues lo peor que puede sucederle a la genialidad es ser comprendida, se pierde en el vortice de la mundanalidad.
Pues todo lo que es humano, puede ser comprendido.